Jueves hoy.
Me encamino al Banco de los Poetas a pedir el crédito de la inspiración.
Prometo pagar puntualmente en cuotas de sonrisa cada vez que mi verso desande
bocas.
Llevo la firma de mis años de indeclinable tinta, insistente y atrevida borroneando papeles blancos, tecleando esa parte de mí que el espejo ignora.
Los jueves tienen la virtud de acercarme a la ventanilla del amor solicitando tregua (que no me da) y a la cola del cerebro a depositar minutos de no-mente.
Pero nada. La inspiración llega cuando quiere y nadie me pide nada más que una sonrisa, con o sin verso.
Es más fácil de lo que yo creía, pego la vuelta.
Quizá a la vuelta del jueves el viernes tenga un ramo de palabras para regalarme.
Llevo la firma de mis años de indeclinable tinta, insistente y atrevida borroneando papeles blancos, tecleando esa parte de mí que el espejo ignora.
Los jueves tienen la virtud de acercarme a la ventanilla del amor solicitando tregua (que no me da) y a la cola del cerebro a depositar minutos de no-mente.
Pero nada. La inspiración llega cuando quiere y nadie me pide nada más que una sonrisa, con o sin verso.
Es más fácil de lo que yo creía, pego la vuelta.
Quizá a la vuelta del jueves el viernes tenga un ramo de palabras para regalarme.