El personaje, un conejito cuyo nombre no recuerdo, desplegaba sus aventuras ahí adentro, en el mismísimo óleo, con el milagroso suceso de no estar pintado siquiera.
Pero ninguno de los sobrinos cuestionó alguna vez a la abuela por no pintarlo, ni a la tía, por hacerlo el actor principal.
¿Quedarán tías Beba, alejadas de los ordenadores y otros aparatos electrónicos, dispuestas a inventar historias inolvidables para sus sobrinos de frente a un cuadro?
¿Quedan sobrinos que visiten a sus tías y esperen la hora del cuento como el momento de máxima fantasía a disfrutar?
Por si no quedan, de vez en cuando la visito y le hago memoria de mis recuerdos. Y, aunque su enorme imaginación ahora esté invadida por algunas desmemorias, eso no es ningún obstáculo: escucha mi cuento con ojos de niña.
Lucía Borsani./ Sobre imagen de autor desconocido (Fuente Internet).
!Que suerte tener alguien que siga contando los cuentos de siempre u otros inventados!
ResponderEliminarAunque me temo que cada vez quedarán menos oyentes, atareados como están con sus caros caprichos tecnológicos.
¿Que ocurrirá con los niños cuando se acaben las tías Beas y las sobrinas con recuerdos? ¿En que tétrico cementerio se enterrará la imaginación?
Un abrazo.
Juan, yo creo que la imaginación ya está enterrada para muchos, así como la conciencia de lo que les sucede, que es peor. Un abrazo
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