Mientras el traqueteo del autobús cumplía con los designios de la urbanidad, Melba insistía en hacer prolijo un trazo tan tembloroso como una emoción. Y a Luis, si es que le deparaba el destino un viajecito justo detrás de aquel asiento, le temblaría —quizá— la vergüenza, o el orgullo, o hasta la risa.
Pero si algo haría inmortal a su mujer, si algo sería más fuerte que el metal de aquella pizarra y si en verdad vale la pena desnudar el alma en un escenario público, es la posiblidad concreta de que a Luis, también agradecido por existir, le tiemble, nada más y nada menos, que el amor.
Hasta en un traqueteante autobús urbano, el amor, aunque sea en trazos nerviosos, también se hace un hueco.
ResponderEliminarPrecioso relato.
Un abrazo.
que boniiitoooo! me encantan las historias de amor de trazos temblosos...por el traqueteo de la emoción :)
ResponderEliminarun beso grande
volvieron las musas, me encanta...
ResponderEliminarSon las cosas de andar en el bus...a mí me inspira muchísimo..!! Muchas gracias Juan y a punto de... por engalanarme con sus comentarios. Gracias mi amor.
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