El
personaje, un conejito cuyo nombre no recuerdo, desplegaba sus
aventuras ahí adentro, en el mismísimo óleo, con el milagroso suceso
de no estar pintado siquiera.
Pero ninguno de los sobrinos cuestionó alguna vez a la abuela por no pintarlo, ni a la tía, por hacerlo el actor principal.
¿Quedarán
tías Beba, alejadas de los ordenadores y otros aparatos electrónicos,
dispuestas a inventar historias inolvidables para sus sobrinos de
frente a un cuadro?
¿Quedan sobrinos que visiten a sus tías y esperen la hora del cuento como el momento de máxima fantasía a disfrutar?
En mi corazón a partir de hoy tendrá un lugar especial, el de los puros de corazón, porque me enseñó a imaginar y también a vivir con el corazón en la mano, dispuesto siempre a servir. Gracias tía Beba, madrina, por todo y por tanto. Disfruta tu Nueva Vida, merecida en la Luz.
Lucía Borsani./ Sobre imagen de autor desconocido (Fuente Internet).