sábado, 20 de julio de 2019

OSCAR TORTORELLA: HASTA SIEMPRE AL GENIO POETA

Partió físicamente y uno trae a la mente el último encuentro significativo. Así, lo veo sentado en el bar frente a mí compartiendo un café y preparando un recital de su poesía, a realizarse en el taller de plástica del querido Julio Elizalde. Le divirtió mi caradurismo, pidiéndole leer en francés. Él, por su parte, habría de leer y cantar en árabe. Así eran sus veladas, una manifestación poética y musical sin limitaciones ni libretos rígidos, encuentros con la palabra y el arte por el arte mismo.

Oscar Tortorella era el genio loco, el poeta de raza de nuestra ciudad. Sabía encontrar el verso en el enjambre de ideas futuristas que le daban impulso a sus pasos. A veces hablar con él era desentrañar imágenes, como si el poema tomara posesión del poeta y no le permitiera un lenguaje común.



estoy en el jardín de los olivos
con una idea y una angustia
por todas las palabras que me han dicho
que me dirán y que me dicen
cargo con todas las palabras de todas las lenguas de los pueblos
más dolorosas que la corona de rey de espinas puntiagudas
mucho más dolorosas que los clavos que "horadaron mis manos y mis pies"

soy el enviado pero quizás también un invasor
y estoy orándome a mí mismo
para que pase este cáliz para siempre

Oscar Tortorella /Versoñadores (2007)




Volverse loco
y envolverse en sueños
tirar el mundo a un pozo
y ahogarlo
cantar a plena vida
por las ciudades mudas
donde la gente corre
hacia los cementerios
o bailar en la pista
de la luna creciente
con una chica hermosa
y para estar seguro
de haberse vuelto loco
¿Por qué no hacer locuras
frente a los manicomios?

Oscar Tortorella /Octubre azul (2007)


Oscar fue un sueñapalabrero. Nuestro movimiento de poesía popular Sueñapalabra, con intensas actividades durante todo el mes de octubre en quince años ininterrumpidos lo tenía honrosamente en sus filas. Cada antología comenzaba con su poesía, como algunas de las que he compartido.
¿Y qué dice la historia de Oscar Tortorella? Transcribo parte de una nota del músico y periodista local Eduardo Lemes:


Autor de una prolífica obra poética, Tortorella había nacido en Paysandú el 2 de febrero de 1944. Comenzó a escribir a los 14 años, en francés, alentado por una profesora de la Alianza Francesa, Marta Moscarelli. Pronto comenzó a escribir también en español, bajo la guía de su profesor de literatura en el liceo, Saúl Pérez Gadea.
Desde 1969 ejerció la docencia en liceos de Paysandú y Dolores, en las cátedras de Francés y Física, habiendo obtenido la primera por Concurso de Oposición Libre en 1968. Entre 1973 y 1975 residió en Francia, becado por la Embajada de ese país. De regreso al Uruguay fue privado de su puesto por razones gremiales, y en octubre de 1976 volvió a partir rumbo a Francia para instalarse en la ciudad de Rouen, donde obtuvo la Licenciatura de Lengua Castellana en la Facultad de Letras. Continuó ejerciendo en esa y otras ciudades francesas hasta 1985, cuando volvió al país para retomar su actividad docente en Paysandú y otras ciudades del Interior. En los años siguientes volvería a Francia en numerosas oportunidades, para visitar a sus amigos y difundir su poesía.

I say sounds
only sounds
always sounds
without sense
que de sons
pour tes sens
et ton coeur
solo música
lenta o fugaz
como un sueño
ché é quasi un sussurro
ché é quasi un silenzio
quando eu fico sonhando


paciencia de lluvia
dulcemente grises
canciones acunan
las arpas del agua
que tu espera pulsa
desde la ventana

¿qué esperas?
¿que el tiempo termine
de verterse todo
y que apenas queden
húmedos perfumes
y un solo arcoiris
que nunca se apague? 

Oscar Tortorella / Versos Plurales (2004)

No solamente lo recordamos los poetas: dedicado a la docencia de física y francés, múltiples generaciones de alumnos y colegas lo recuerdan. Algunos sus ocurrencias, otros su capacidad para hablar idiomas (español, francés, portugués, árabe e italiano), otros su sencilla manera de pisar la tierra con el pensamiento.

¡Feliz vuelo eterno, Oscar! ¡Gracias, Poeta!

sábado, 6 de julio de 2019

LOS LOROS CATÓLICOS


               
Gran problema en el barrio Las Palmeras: la vecina doña Fausta se queja de los loros que en bandada cruzan el pedazo de cielo azul que le toca y su sentimiento ha pasado a mayores. Su mente, ávida de drama en esa rutina mohosa  que vive, elucubra suciedad y bochinche. El asunto es que doña Fausta vive la vida tan desde adentro de su casa que podría decirse que tiene un problema personal con la naturaleza.
Aquella mañana la necesidad imperiosa de comprar víveres la hizo salir del hogar, en plena algarabía de los loros que estaban particularmente comunicativos. Cuentan que la vieron caminar muy rápido, con el ceño fruncido y un diario en la cabeza, del cual no se sabía  si estaba recién comprado y servía para cubrirse del sol, o era su escudo de protección contra posibles represalias de los loros en cuestión, imaginando que ellos tuvieran el sexto sentido de saber que la mujer— lisa y llanamente— los odiaba.
Aprovechando ese contacto con el prójimo, doña Fausta se puso a averiguar  donde se concentraban los nidos, considerando que el sonido aumentaba al pasar por determinados lugares y  llegando felizmente a localizarlos: las palmeras de los Francia. No eran los Francia vecinos de su devoción pero ahora  comenzaba a ver en ellos una actitud incivilizada indignante: ¡Albergar ese infierno de pájaros y mantenerse en la impunidad!
La obsesión va en aumento pero pocas son las probabilidades de solución. Adentro y afuera de su casa, el griterío perturba hasta el alma más reposada y doña Fausta comienza a entrar en una especie de posesión satánica que no va con su religión. El odio, como un volcán activo, comienza a desprender una lava que se contradice con su condición de mujer católica practicante, como siempre ha preferido definirse.
Todas las noches antes de lidiar con el sueño, pide a Cristo, a la Virgen y al santo patrono del día  la destrucción de los nidos con viento, granizo o lo que sea. Pero a la mañana, los loros parecen gozar cruzando la quietud de su ventana y hasta podría asegurar que se mofan de sus frustradas oraciones.
Pero no hay mal centenario se consoló  doña Fausta. Aún sin edad para ello, se alistó para entrar al convento de la ciudad más cercana que encontró en Google Maps. La aceptaron, porque la escasez de vocaciones permite hacer ciertas salvedades. Un examen oral con las principales oraciones y adentro.
Para ella, la paz y una austeridad elegida.  El convento no tiene palmeras y aquel odio se ha evaporado con el poder sanador del silencio. Ahora es la Hermana Faustina.
En el barrio Las Palmeras, la abundancia. Apenas pasados unos meses los Francia han montado un itinerario turístico con visitas guiadas que comienza en sus palmeras y recorre  todo el vecindario. La principal atracción es escuchar a loros que rezan, y lo hacen justo en las herméticas ventanas de doña Fausta, una mujer que descubrió su vocación religiosa a los setenta años de edad.



 © Lucía Borsani. /publicado en revista El Narratorio N° 40

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