El hombre, sentado en
su asiento, filosofaba sobre la naturaleza, el clima, las personas y la deuda
externa. A su lado, un desconocido enmarcaba su monólogo tranquilo con
respuestas-eco, suaves y algo resignadas a no tener protagonismo. "Uno se cree que lo sabe todo, pero la naturaleza se
encarga de demostrarle que no" eco: "la
naturaleza se encarga..." "Estamos jugados y hay que disfrutar lo
poco que nos pueda quedar de vida" eco "estamos
jugados..." "Es que no apreciamos todo lo que tenemos y nos
quejamos por pavadas" eco "por
pavadas nos quejamos" El interlocutor
le decía a todo que si, y el hombre seguía inspirándose con su propio eco "Permiso, señor, lo voy a molestar, es que se me terminó
el pasaje." Así, sin eco esta vez, más que un "que le vaya bien" nos abandonó este
filósofo anónimo, bajándose en una parada cualquiera. Me di vuelta, para
mirarlo. Me gusta cruzarme con personas sin nombre que me recuerdan las cosas.
Un viaje para reflexionar... cuantas veces nos quejamos por pavadas!
ResponderEliminarExcelente relato Lucia, te dejo un fuerte abrazo.
Gracias por tu encantadora vista, buen comienzo de semana ... en este frío sur!
La filosofía, la sabiduría está en seres anónimos. Cada rato me tropiezo. Un día de estos se me puso de frente en el bus, colgado de la varilla, un tipo barbado, con mirada marxista, que a los pocos minutos, dejó escapar un monólogo sobre la soledad. Nadie lo calló, lo decía también, tenían sus palabras sobre lo íngrimo, verdad...aterrizaban a quién las oía. Luego fue silencio. Y nadie supo, ni yo, cuando se bajó del bus...UN abrazo, bella. Carlos
ResponderEliminarCierto, es tan corta la vida que perdernos en pavadas es tontería. Hay que degustarla entera, sí señora.
ResponderEliminarHala, estaba yo haciendo una rondita veraniega por el vecindario bloguero, ya no me acuerdo ni de teclear, jajajajaja
Un abrazo