Estuvo completamente encerrado durante cuarenta días esperando el momento propicio para salir.
El hogar ardía de noticias, se percibían las tensiones familiares interactuando por toda la casa. Por una cuestión de salud, decidió esperar 200 días más antes de proponerse una salida. En ese tiempo tomó conciencia de su absoluta dependencia a la Naturaleza, reina de la situación. Vivió en carne propia la fragilidad de la humanidad. Se sintió muy a gusto, había un filtro entre el mundo de afuera y su ser interno. Predominó su inteligencia emocional, no protestó, esperó calladamente la orden natural.
Pero al salir luego de tantos días de encierro, lloró. ¿De emoción? ¿Miedo? ¿De obligada responsabilidad? El mundo de afuera le había parecido desconocido y frío, hasta escuchar los latidos de su mamá, sudorosa y feliz, abrazándolo sobre su pecho.
Cuánta ternura. Calor humano es el necesario. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarCarlos, un abrazo cálido para tí.
Eliminarme encantó, que lindo!!!
ResponderEliminar