Ha estado pensando durante todo el día en él. O en ella, porque el libro es una novela. De a ratitos, recuerda la intriga, la que quedó en el último párrafo del capítulo, y no se perdona haber apagado la luz pero en verdad era muy tarde. Ahora sí, está ahí, enfrentándose a las hojas como un águila al acecho. La mirada ágil, empieza a ir y venir a un ritmo cada vez más rápido. Pero él ya no es él. En esa fracción de tiempo que nadie, ni siquiera él controla, se ha ido a otra realidad. Ahora está en ese limbo indefinido poblándose de colores, formas y sonidos que solo están en su mente. Cada tanto siente el cuerpo y lo acomoda. Cada tanto la mente le avisa dónde está y quien es, pero poco le preocupa. Se enfrenta a la disyuntiva cada tantas páginas de continuar o no, pero sigue. Solo el sueño se puede cobrar con un golpe en la frente la envidia que le produce no alcanzarlo. El lector toma una última decisión, cerrar el libro, apagar el dispositivo, pero piensa en mañana, los humanos tienen o creen tener un mañana siempre esperándolo en la vigilia. El texto espera y duerme el sueño con un capítulo abierto, puede que también lo observe. El lector se duerme porque hay que dormir, con la misma obligación de comer y respirar que le impuso la vida.
Ví la luna por primera vez un cinco de noviembre del siglo pasado en Uruguay. Quedé poeta.
sábado, 17 de octubre de 2020
EL LECTOR
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La literatura siempre está y estará ahí, esperando despertares.
ResponderEliminarBesos.
La literatura nos salva Juan, gracias por estar. Beso grande.
ResponderEliminarYo no creo que uno agote sus lecturas, como se ufanan (lo respeto) algunos escritores. Soy del pensamiento de que el escritor sigue siendo un lector infatigable, por los libros son parte de la fuente de sus creaciones, y los libros, así medie la ficción, asumen la realidad desde la exploración metafórica. UN abrazo, encanto, siempre tu lector. Carlos
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